El siguiente texto es publicado con fines netamente educativos y no comerciales
La mugre
ministerial
Texto original del diario El Carabobeño
Oswaldo Pulgar |
De entrada
pareciera que voy a criticar algún ministerio. Y no. Voy más bien a intentar
sacarle punta a un diálogo tan sencillo como profundo, si lo consideramos bajo
el punto de vista, ¿Cómo lo diremos? De quien no quiere quedarse en la “espuma
de la cerveza”.
La suciedad intensa
o mugre, puede darse en el cuerpo o en el alma. O en los dos sitios. Es una
acumulación de basura que hemos permitido que se almacene encima o dentro de
nosotros mismos.
La acumulación de
basura, cuando no se la despacha a su sitio definitivo, comienza a oler mal. La
putrefacción se desarrolla invadiendo los intersticios más recónditos del
cuerpo o el alma. La suciedad física no es tan grave si se la atiende enseguida
cuando se produce.
En cambio la basura
en el alma, es más dañina, porque a veces no la consideramos basura, y hasta
creemos que es como una condecoración. La exhibimos en sociedad, como quien
presenta a una quinceañera. Otras veces, minimizamos su carácter de basura,
como para quitarle importancia cuando en realidad la tiene. Si es necesario, la
llamamos cariñosamente basurita, para justificarla bajo cualquier pretexto.
La suciedad del
cuerpo se arregla con un buen baño, jabón, desodorante y colonia. ¡Cuántas
veces los niños y también los perros la necesitan y es tan reconfortante! La
ducha refrigerante después del ejercicio físico la necesitamos todos, también
el motor del carro.
Más indócil es la
mugre del alma. Nacimos sin control de calidad. Queremos portarnos bien y nos
portamos mal. Queremos amar y odiamos. Queremos trabajar y holgazaneamos.
Queremos ser honrados y pedimos que nos pongan “donde hay”. Venimos con un
defecto de fábrica, un daño antropológico, una inclinación al mal, que si no la
combatimos, empieza a ensuciar el alma. Cuanto más tiempo pasa, más difícil de
remover. Se van acumulando en ese caldo de cultivo, insectos muertos y hojas
podridas que neutralizan el oxígeno que tanto necesitamos para respirar.
Cuando una persona
se cree buena, lo más probable es que no lo sea. Si se cree mala, probablemente
sea cierto, pero ordinariamente no; es buena. La primera es humilde, la
segunda, no.
No es lo mismo ser
un buen profesional, que un profesional bueno. Lo primero se refiere al aspecto
técnico, lo segundo al aspecto moral o ético de su conducta. Ambos aspectos van
unidos, no deben separarse. Veamos un ejemplo.
Un alumno va a
matricularse en Medicina -cuenta Covey- y le preguntan lo siguiente: Si usted
tuviera que operarse a quién escogería: a) A un médico competente, que no es
honrado. b) A un médico incompetente, que sea honrado.
El estudiante, con
una chispa increíble le contesta: Si tuviera que operarme escogería al
competente. Si lo que estuviera planteado fuera operarme o no, escogería al
honrado.
Las dos cualidades
destreza y competencia no pueden separarse. Es lo que llamamos integridad,
unidad de vida, o coherencia. Cuando en un país cunde la corrupción, es señal
de que faltan hombres y mujeres coherentes. Gentes que no se dejan comprar, que
tienen una conducta rectilínea, en cuya vida no hay grietas.
De modo que el
médico eficiente -buen médico- tiene que ser además un médico bueno. No es lo
mismo ser buena persona que una persona buena. La primera se refiere a la calidad
humana (personalidad, ingenio, simpatía), y la segunda a su calidad moral: al
modo como vive.
La mugre se instala
cuando falta la coherencia. Son incompatibles. Desarrollemos las buenas
costumbres, con unidad de vida y la mugre no encontrará espacio para
instalarse.
opulgarprez6@gmail.com